En Éxodo a las Siete Estaciones (2016), Bethoven Medina establece vasos comunicantes entre la creación del universo, las notas musicales, los días de la semana, los cuerpos del hombre, las siete palabras de Jesucristo, los colores del arco iris, y los siete ensayos de la realidad; ello al compás del número siete, número que, siendo considerado perfecto en La Biblia, contribuye a construir un resultado estético inesperado, de naturaleza mística, esculpiendo el lenguaje poético con elegancia y profundidad. Se trata de cuarenta y nueve poemas de tres estrofas cada uno, a su vez las estrofas poseen siete versos. Una composición poética ardua, que explora los límites de la eternidad, del enigma de Dios y del hombre, del universo y el origen del todo, de la creación en sí misma, a partir de elementos conocidos y desconocidos para algunos lectores, incursionando en el plano espiritual, en lo esotérico, para hablarnos, con estilo inconfundible, de la belleza.
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Bethoven Medina |
Así pues, en el poema correspondiente a la nota musical “Mi”, el poeta exclama:
MI ser y los ríos, continúan su cauce hacia lo eterno,
Y me convocan a la línea recta de la esperanza,
el silencio balancea y fluye.
Cuando la soledad me horada ¿dónde están siete éteres diferenciados?
Perfección humana ─enredado destino─
entre sauces que lloran, busco la luz,
y animo a los arrieros a vivir intensamente.
Bethoven expresa, desde lo íntimo de su ser, una sed eternamente insatisfecha, una búsqueda que, a pesar de estar “enredada en el destino”, vive de la esperanza. Continúa:
Devoto del sol me arremolino en la Vida;
porque sé que después de diez generaciones nos llegó Abraham,
Y ahora recorro caminos que se curvan de delirio,
y en su búsqueda agito nostalgia de palomas enjauladas;
al atardecer, mi corazón tamborea más y más,
cuando pregunto nombres a las piedras,
tiran de mis nervios como cuerdas arrancadas.
Entregado a la naturaleza, se declara fervoroso del astro rey, y se sumerge en la Vida, a sabiendas de que la recompensa seguirá su curso. Empina su corazón y se lanza al camino lleno de dificultades. Finalmente, clama:
Gozo el peso de la música, en Desvíos y Repetición,
Y en aguas cantarinas vuelvo a navegar,
Al sentirte piel enmudecida, cuerpo físico.
Ante la enemistad del frío cae el día,
y pulmones ceden a brisa marina mi agonía de microcosmos.
Al final y al borde del camino reflexiono como un árbol;
identifico el ascenso y exploro dimensiones humanas─esotéricas.
La voz musical de Medina brilla en aguas inexploradas, para transmitir, no sólo sentimientos de éxtasis frente a la belleza, sino pensamientos que son producto de una contemplación onerosa.
Así, este poema, constituye uno de las más hermosas composiciones del libro.
Éxodo a las Siete Estaciones es un florilegio musical inolvidable, una lectura apaciguada gozosa, un misterio que sólo podría explicar el Arte. Con este libro, Bethoven Medina demuestra nuevamente su innegable y extraordinaria capacidad para poetizar y nos recuerda que la Poesía no es sólo disfrute, sino también conocimiento. (Karina Bocanegra)
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