«Quien persigue eternidad consigue soledad», nos dice Barbery en la que fue su más celebrada obra literaria, La elegancia del erizo, best seller mundial después de su publicación en el 2006.
Esta bella novela nos narra la historia de Paloma, una hermosa niña superdotada y Renée, la portera del edificio donde vive; dos almas gemelas que llegan a encontrarse poco antes de la fatalidad y el dolor que acaecerá en sus vidas, no sin antes disfrutar de la compañía mutua, los pensamientos profundos, la amistad entrañable y esa complicidad inenarrable que surge entre dos personas cuando hablan el mismo lenguaje mágico y venturoso. A la trama se añaden personajes peculiares como el señor Ozu, aristócrata fino y elegante que descubrirá el tesoro interior de Renée, quien a sus cincuenta años ha sabido esconderse bajo la elegancia del erizo: «La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes» (Barbery, 2006, p. 43). Es así que entre ellos nacerá un atisbo de romance, el cual quedará inconcluso debido a las circunstancias adversas del destino.
Por otro lado, Paloma vive ocultando su inteligencia superior y sufre, sufre los padecimientos propios de una flor en medio del desierto. Pero a pesar de su sed implacable, sabe salir a flote, sabe luchar, y encontrar la belleza de este mundo. Alguna vez, antes de conocer a Renée y al señor Ozu, con quien también entablará una gran amistad, tuvo pensamientos suicidas y planeó prenderle fuego a su casa. Luego va creciendo y madurando, va comprendiendo, que sus problemas no significan gran cosa en comparación a la inmensidad del universo, a la inefabilidad de la vida, a la infinitud de las posibilidades y la ansiada felicidad.
«¿Dónde se encuentra la belleza? ¿En las grandes cosas que, como las demás, están condenadas a morir, o bien en las pequeñas que, sin pretensiones, saben engastar en el instante una gema de infinitud?» (Barbery, 2006, p. 26); se pregunta Renée en uno de sus monólogos interiores. Y es que parecemos pensar que los grandes acontecimientos están teñidos de esa belleza omnipotente y todopoderosa, sin embargo en la novela se cuestiona este pensamiento, y nos invita a considerar las pequeñas cosas como dadoras de esa belleza arrasadora. Hay mucha filosofía en esta obra, recordemos que las cosas tristes son las más bellas, pero también recordemos que el reto mayor será escribir sobre la felicidad y superar la tragedia en el ámbito literario.
«Así vive su vida un hombre, en nuestro universo: tiene que reconstruir sin cesar su identidad de adulto, ese ensamblaje inestable y efímero, tan frágil, que reviste la desesperanza y, a cada uno ante el espejo, cuenta la mentira que necesitamos creer» (Barbery, 2006, p. 27), reflexiona la pequeña y brillante Paloma ante la máscara que usa su padre, de adulto serio e importante. Seguramente más de uno se sentirá identificado, puesto que todo el tiempo estamos usando máscaras para ocultar nuestra verdadera personalidad, por temor a no ser aceptados, por temor a no encajar dentro de los cánones de la sociedad. Pero el precio de la mentira es muy alto, porque cuando envejecemos caen las máscaras, somos vulnerables, nos convertimos en una carga, y es mejor morir.
«La facultad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante» (Barbery, 2006, p. 32), analiza Renée, puesto que creamos nuestra vida de acuerdo a nuestro sistema de valores y creencias, y caemos en el autoengaño para no tener que sufrir, para no enfrentar la verdad. Sería tan hermoso dejar caer todas esas máscaras y caparazones, y abrir el corazón a la luz de la conciencia despierta. Estamos llenos de traumas y autodestrucción, pero siempre hay esperanza, siempre hay luz.
«Si se teme el mañana es porque no se sabe construir el presente, y cuando no se sabe construir el presente, uno se dice a sí mismo que podrá hacerlo mañana y entonces ya está perdido porque el mañana siempre termina por convertirse en hoy, ¿lo entendéis» (Barbery, 2006, p. 39), arguye Paloma, porque, efectivamente, postergamos la vida, sin saber que ya no habrá otra oportunidad. ¿Qué debemos hacer para no desperdiciar este valioso regalo, como es el presente?, ¿deberemos renunciar a nuestros sueños y dedicarnos a sobrevivir?, ¿por qué la vida parece no tener sentido alguno?, preguntas cruciales para comprender nuestro devenir en el mundo y la existencia que nos atraviesa como una espada filosa y mortal.
© Karina Luz
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Karina Luz
agosto 18, 2019
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