Escribí "Sed" el año pasado. Es como un grito de libertad frente a la crueldad y egoísmo de la sociedad.
Fue publicado hoy lunes de 13 de abril de 2020 en el diario La Industria de Trujillo (Perú).
Agradezco a César Clavijo por invitarme a enviar mi cuento para su difusión.
Estaré muy interesada en saber sus apreciaciones.
Sed
A pesar de todo
se sentía muy contenta, como quien está a punto de ser liberada. Era como si
por fin pudiera asir la vida, la verdadera vida, la verdad tan anhelada por su
sediento corazón. Cerró la puerta tras de sí y se dirigió al océano mirífico; pero
antes haría una parada en su heladería preferida. Caminaba con nuevos bríos,
con esperanza renovada. Ya no importaban demasiado los demás; esas miradas
desagradables, esos olores, esos ruidos; pero por sobre todas las cosas, ya no
tendría que soportar la falsedad en que vivía su familia. Pronto todo
terminaría, pronto se apagarían todas las luces artificiales y brillaría la
única luz omnipotente, aquella que alguna vez pudo vislumbrar parcialmente en
una experiencia extraña. La recordaba muy bien, en aquella ocasión había tenido
insomnio durante una semana, se encontraba exhausta. Sus padres habían salido
de viaje. Tomó algunas infusiones de hierbas, luego pastillas, pero no
surtieron efecto. Entonces recordó unos ejercicios de respiración que había aprendido
en clases de Yoga. Los practicó tan intensamente, y con tanta determinación,
que entró en un estado nuevo. Al cabo de unos minutos, sintió su cuerpo
desdoblarse, como si su alma se elevara por encima de su cuerpo físico, y podía
verse recostada en la cama de sábanas blancas. Se elevaba cada vez más, hasta
vislumbrar una claridad inusitada jamás vista, jamás imaginada. Aspiraba la luz
misteriosa y era como sentir paz interminable, estática, perfecta. Era una
luminosidad más allá de los límites de su percepción. Así transcurrió la noche;
no supo si fue un sueño, un viaje astral, una visión; solo sabía que esa luz
perfecta existía, y que quizás algún día la volvería a ver, esta vez
permanentemente.
Creía haber
visto a Dios; pero no sería la primera vez.
En sus sueños
había visto a ese hombre llamado Cristo, de diferentes maneras. Era curioso, en
un sueño el Mesías caminaba sobre las aguas y extendía sus brazos hacia ella, y
le preguntaba: «Cuál es la medida de todas las cosas?». Inmediatamente después
despertó sobresaltada, preguntándose la razón de esa presencia, de esa
pregunta, de todo. Era evidente, quizás la respuesta era el amor, el amor
universal y eterno. Pero, ¿qué era el amor? No lo sabía, no tenía certezas,
solamente preguntas infinitas que devoraban sus pensamientos. ¿Miedo a la
muerte? Claro que sí, miedo al dolor, a lo desconocido, pero, sobre todo,
hambre y sed de paz.
Meditaba en
todas estas cosas mientras agitaba sus pasos entre la muchedumbre. Por fin llegó
a la heladería El Chileno; aunque los precios eran elevados, no dudó en pedir
un banana split ─su último deseo
resultaba tan sencillo, tan mundano, tan accesible.
Se encontraba
muy tranquila; todo lo que había escuchado sobre quitarse la vida le resultaba
irrisorio. Las personas se llenaba la boca de juicios y críticas, pero la
verdad es que solo eran unos cobardes, pusilánimes, seres que sufrían los
golpes del destino estoicamente, sin intentar cambiar nada, sin preguntarse:
«¿Para qué vivimos?». Su cultura era muy inferior a otras, las personas
carecían de educación. En su país, se leía menos de un libro al año, en
promedio. Los modales de la mayoría dejaban mucho que desear. Ella estaba tan
cansada, tan asqueada, tan hastiada de vivir en ese entorno hostil y banal.
Podían llamarla cobarde por huir del mundo, podían burlarse, lamentarse, juzgarla
hasta el cansancio; lo cierto era que ella ya no estaría para soportar nada,
pero ellos sí seguirían sufriendo, seguirían preguntándose la razón de su
sufrimiento, y continuarían dañándose unos a otros sin ningún sentido.
Se consideraba
dueña de su destino ahora.
Pagó la cuenta
como quien se despide del dinero, ese símbolo de materialismo sin límites.
Tomó un taxi a
Huanchaco, donde por fin su sed sería saciada. Pensaba en el dolor y la
desesperación que sentiría al ahogarse; hubiera preferido una muerte
instantánea, pero no tenía más recursos. Además, morir en el océano le parecía
algo bello.
De pronto, el
taxi se detuvo intempestivamente a la altura de Chan Chan. Dos sujetos con
pasamontañas entraron por ambos lados del asiento trasero. Uno de ellos le
apuntó a Marina en la sien.
─¡Dame tu
mochila mierda! ─gritó con voz gutural.
Ella quería
morir, era cierto, y ya no necesitaría de sus pertenencias. Pero prefería
preservar su dignidad.
Entonces luchó
con los bandidos; se oyó el disparo como una puerta que se cierra abruptamente.
A la mañana
siguiente, su fotografía en el diario espantó a todos sus familiares, amigos y
conocidos. Aparecía cubierta de polvo, con la sangre derramándose alrededor de
su cráneo.
De todos modos, en
casa, su carta fue leída.
Marina por fin
había sido liberada.
*
Los invitamos a visitar el canal de youtube de la
autora donde encontrarán videos de literatura y crecimiento personal: http://www.youtube.com/c/KarinaLuzBocanegraSalcedo
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Karina Luz Bocanegra (Trujillo, Perú, 1986) es escritora y fotógrafa. Ha publicado El Ángulo Abierto de la Noche (2015), Planeta Délfico y otros cuentos (2017), Enlightenment of Derangement (2018), En este desierto florecen océanos (2018), El Guardián del Planeta Délfico (2018) y Viaje al fin del océano (2019). Poemas y cuentos de su autoría fueron publicados en antologías y revistas de Perú, México, España e Isla Margarita. Fue jurado de concursos literarios en Perú y Australia.
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abril 13, 2020
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