Revisé en lo más hondo de mi subconsciente las verdaderas motivaciones que se
anidan en mi mente, para seguir escribiendo después de tantos años, a pesar de
que casi nadie me lee.
—No has aprendido nada, solo a unir palabras vistosas, y tu obra no vale nada —me
dijo la misma voz.
No sabía por qué me empeñaba en escribir, si claramente no había conseguido
nada haciéndolo.
Tal vez pasé demasiado tiempo soñando, y olvidé que para vivir en este mundo
hay que tener dinero.
Hay cosas que disfruto mucho en la vida, una de ellas es crear nuevas historias
y poemas.
El dinero se me escapa de las manos, huye. Soy espiritual e idealista, siempre
ha sido así, y quiero cambiar.
Quisiera dar un giro radical a mi vida, transformarme totalmente, ir hacia lo
desconocido, escapar de todo lo que me atormenta.
Leo o pretendo leer, busco maneras de solucionar mis problemas, me agoto, busco
entretenimiento, y así pasan los días, iguales, fotocopias de sí mismos, sin
sentido, sin entusiasmo.
Busco oportunidades, pero también huyen, como el dinero. Es como estar en un
círculo vicioso de fracaso y desesperanza.
Entonces le engaño a mi mente, le digo que todo es maravilloso, y continúo este
viaje, hacia la rutina, hacia mi eventual muerte cuando por fin acabe toda esta
farsa, y finalmente pueda descansar.
—Alcanzaré las estrellas —le digo a la voz interior, que siempre aprovecha
mi tristeza para atacar con furia.
Sí, alcanzaré las estrellas, veré la eternidad, me esfumaré con la brisa del
océano y flotaré como el águila hacia el paraíso.
Me convenzo de que soy dueña de mi destino, de que me gobierno.
Solo existe la posibilidad del futuro, de la promesa de que todo se
transformará, de la esperanza que florece en invierno y espera un verano
invencible.
Mientras tanto, todavía no está prohibido tener un blog como este, al menos no
en este país, y entonces disfruto expresarme, aunque a nadie le interese lo que
tengo que decir, saber que a mí importa es más que suficiente.
Comentarios
Publicar un comentario