
–Siempre
quise ser lectora, pero nadie requiere ese puesto. Todas las empresas solicitan
correctores, editores, escritores; menos lectores –responde Daisha con
decepción.
La ruleta
gira nuevamente. Lord Tsainor se desprende de su saco. La temperatura ha subido
ligeramente y la ambigüedad del clima hace que todo sea más difuso.
–Es la última
vuelta. Aceptarás tu destino ahora –le dice a la joven aspirante, que ya se ha
puesto de pie.
La ruleta se
detiene. La joven recibe el sobre y se marcha. No desea abrirlo, solo quiere emprender
un viaje hacia cualquier lugar, menos a casa.
Pero en casa
la esperan su padre, su madre postiza, sus hermanos.
Todos quieren
saber la profesión que le ha tocado; Daisha se rehúsa hablar del tema. Piensa: Yo
haré mi destino.
Esa noche hará
su maleta y se marchará lejos. Y en la soledad de la estación contará sus
batallas, guardará en su corazón las victorias. Será un faro en medio del
barullo y la tormenta.
Amanece, pero
cuando Risprell va a verla para jugar, Daisha no está. Su hermano menor alerta
a su madre, y ésta al padre, pero tienen que esperar, pues aún no ha pasado veinticuatro
horas. La única que pretende ser dueña de su destino y que se rehúsa a seguir
las instrucciones del azar, está en un tren rumbo a Treike, una isla pequeña y
remota.
El ingenio de
los pájaros, así se llama el libro que lee para distraerse.
Cuando se dedica a la lectura, olvida su pasado, presente y futuro. Olvida su
existencia. Es esencia. Es un ser completo. No pretende hacer de la lectura una
profesión, solo se saltará la universidad para tener un año sabático
indefinido.
Una señora
muy elegante está sentada frente a ella en el vagón. La observa sonriente. Daisha
deja su libro por un momento para una charla inesperada.
–Yo conocí a Berthier.
Él amaba los libros y se había convertido en una especie de biblioteca andante
–le dice la dama sofisticada. Daisha no está vestida elegantemente, apenas si
pone atención a su ropa. Pero decide que iría a ser más cuidadosa.
–Berthier fue
un gran sabio, yo lo admiraba –le dice la joven aventurera.
–También
tenía sus extravagancias –replica la antigua amiga de Jonas Berthier.
De pronto la
temperatura comienza a descender y Daisha busca su maleta para sacar su abrigo.
Luego cae en un profundo sueño. Su mundo onírico era muy extraño, siempre
soñaba con el futuro.
Y vio lo que
le iba a ocurrir al llegar a la próxima estación.
Cuando Daisha
despierta, se da cuenta de que ya no está en el tren, de que se encuentra en un
claro del bosque y que una mujer luminosa la está observando.
Se aterra,
nunca ha visto algo semejante.
Esto no es lo
que soñé, piensa.
La Diosa abre
sus alas para mostrarle su hospitalidad. Le dice: «Te entrego el libro más pequeño
del mundo, si puedes leerlo, sabrás quién soy y quién eres tú».
Entonces, la
lectora voraz tarda un mes en leer y releer el libro más pequeño del mundo, y
un mes más en descifrarlo; y de su boca emana un juego de llaves plateadas,
entonces debe hallar las cerraduras, solo que esta vez no hay puertas de madera,
basta con encontrar las puertas de la vida.
© KARINA LUZ
Comentarios
Publicar un comentario